sábado, 8 de noviembre de 2008

Ensayo: La Argentina crónica.

¿Crónica? ¿Qué es una crónica? ¿Periodismo? ¿Narración? ¿Ambas? Son estas algunas de las preguntas que surgen en primera instancia. Empiezo a escribir y tengo más dudas que certezas, ¿Qué es? Abro el diccionario y leo algunas definiciones:
“1) adj. [Enfermedad] de larga duración o habitual:
Ejemplo: Faringitis crónica.
2) Que viene de tiempo atrás:
Ejemplo: La falta de organización es un mal crónico en esta empresa.
3) f. Relato de acontecimientos históricos ordenados cronológicamente:
Ejemplo: Las Crónicas de Alfonso X.
4) Artículo periodístico sobre temas de actualidad:
Escribía una crónica en ese periódico todas las semanas.”
Como primera conclusión, en todas las definiciones aparece el mismo denominador común: “el tiempo”. Según Caparrós:” Siempre que alguien escribe escribe sobre el tiempo, pero la crónica – muy en particular- es un intento siempre fracasado atrapar el tiempo en el que uno vive. Su fracaso es una garantía: permite intentarlo una y otra vez-…”
Desde Heródoto hasta Walsh, siempre hubo y hay una necesidad de capturar el tiempo en el que se vive. De querer congelar ese momento, desde guerras, viajes, y escenas cotidianas. Pero con la llegada de la fotografía a los diarios y los “editores urgentes”, cada vez hay menos lugar físico e ideológico para este género.
Dejo de tipiar.
Entonces pienso que todo cobra sentido. Releo la definición que decía: “adj. [Enfermedad] de larga duración o habitual”. La crónica, como también dice la palabra, está enferma. ¿Está enferma? ¿Se trata de una enfermedad crónica? En alguna medida esto es así, va desapareciendo progresivamente de los medios gráficos. Parece ser que realmente se cumple el dicho popular: “una imagen vale más que mil palabras” al punto que queda restringida a un pequeño grupo de revistas selectas. Maximiliano Tomás ratifica esta hipótesis:”la crónica presenta ciertas dificultades de circulación en un mercado periodístico como el actual, en el que relatos extensos parecen ser abolidos por decreto y en el que la imagen ha plantado la bandera de su preeminencia…pocos medios están dispuestos a dedicarle espacio a un texto largo ya que se supone- los dicen los editores, lo vocean los anunciantes, lo repiten todos-, los lectores ya no leen.” Me resisto a creer que esto sea cierto. Pero, por otro lado se habla del auge de la crónica latinoamericana. Como un género de barricada, que se resiste a darse por vencido. Donde no se subestima al lector, donde la subjetividad y los puntos de vista del autor son esenciales. Mirar es esencial, para el cronista. “Permitirle al lector que reaccione, no explicarle como debería reaccionar.”(Caparrós) Mientras tanto desde los medios se intenta convencer al lector diciendo que la primera persona en el texto quita autoridad. Se empecinan en borrar las marcas de subjetividad, en teoría serían textos transparentes y a-ideológicos, lamento de decir que no es así.
Entonces la misión que tiene la crónica es venir a contar aquellas historias que no se escriben en los diarios, por no ser consideradas noticias. Además nos muestra que hay otras miradas y que están políticamente comprometidas.
Tanto la crónica, como nuestro país parecen tener en común el hecho de estar al límite. Limites entre la ficción y lo real. La Argentina crónica se trata de las nuevas generaciones de periodistas que buscan hacer un poco de ruido en la cabeza del lector; se trata entonces de hacer pensar, de “pinchar” para obtener alguna respuesta. Nos habíamos olvidado de los sentimientos y como una historia puede generar bronca, alegría, tristeza, odio y hasta ganas de no leer más.
Finalmente, es una pequeñísima radiografía que nos permite mirar, observar, leer y releer situaciones de sucesos reales que parecieran bordear la imaginación. Pero no. Es un conjunto de historias de una argentina convaleciente, de una Argentina crónica.

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