viernes, 21 de noviembre de 2008

De cóndor a mariposa

…El hombre del Tahuantinsuyu se representaba la flecha del tiempo de distinta forma que su dominador. Para él, el futuro se hallaba a sus espaldas, como aquello que no puede verse y el pasado frente suyo, aquello certisimo del pasado. Si debía arrojar una piedra a sus espaldas tendría que ser muy conciente de aciertos, errores e ignorancias para que sus acciones futuras no golpearan en su nuca.
...Cuando una mariposa bate sus alas en las costas del mar de la China…

Pensemos el choque violento de dos trayectorias, una es la de un viaje en un tiempo cronológicamente breve, un par de siglos. Así, el europeo, descendiente de las gigantescas luchas milenarias entre imperios que se disputaron la tenencia de la tierra durante diez mil años. Nos referimos en un primer momento a españoles y portugueses y, poco tiempo después, ingleses, franceses y holandeses entre las naciones que saldrán a la conquista. De forma repentina llegan a un territorio donde la tierra se aparece ante sus ojos en su magnifica extensión escasamente cultivada y explotada en todo sentido. Pero hay un pequeño inconveniente, este “nuevo” continente no se encuentra vacío, existe la molesta presencia de comunidades.
Este nuevo Edén se hallaba habitado por civilizaciones altamente desarrolladas tecnológica y culturalmente en la zona del actual México y en el corredor andino que hoy es Perú, Bolivia y el noroeste argentino; los aztecas, los incas y sus áreas de influencia. Pero también existían en este gran territorio sociedades cuyo desarrollo no había alcanzado el nivel de la agricultura sostenible. No conocían la agricultura o era muy incipiente. Otros eran nómades, es decir que no estaban arraigados a la tierra y su dependencia de la caza los hacía migrar constantemente en busca de presas. Paradójicamente ellos mismos se convertirían en la presa.
La otra trayectoria es, por tanto, la de un viaje interrumpido: la de un pueblo que sigue los pasos de su propia evolución desde el cazador recolector hacia el agricultor que comunitariamente distribuye la tierra o sus productos. Por un instante dejemos de lado si esa distribución era pareja o no. Según Gabriel García Márquez reclamaba Bolívar al europeo que dejase al americano atravesar su edad media en paz, pero si ampliamos este concepto, en la mayor parte de América encontraremos naciones a las cuales se les ha impedido atravesar su propia edad de bronce.
Si se parte de una noción antropológica(1) que ubica el comienzo de los grandes imperios y las grandes masacres humanas en el continente euroasiático, al final del neolítico con el descubrimiento del uso de la tierra como un sostén confiable y valioso para poblaciones crecientes y estables, con tendencia a la autosuficiencia y por lo tanto capaz de generar tiempos de ocio necesarios para que la mente humana se elevara a las estrellas, a la escritura y a las matemáticas, como contrapartida la posesión estable de las tierras, cuanto más tierra mejor, fue la verdadera fuerza que sostuvo la espada, la lanza y encendió la mecha del cañón, razón de las más sangrientas disputas de la historia occidental. La tierra, y pronto aprendieron, todos los bienes escasos, confieren el poder al que los acumula.
Propongo que un viaje geográfico, transversal en el espacio y el tiempo choca con el periplo propio evolutivo, viaje en el tiempo y en la diversidad, de un continente que ni siquiera pudo elegir el nombre con que ingresaría a la historia unificada, unificada por el trabajo esclavo, el látigo, la mita(2), el alcohol y la viruela.

…La sangría del Nuevo Mundo se convertía en un acto de caridad o una razón de fe. Junto con la culpa nació todo un sistema de coartadas para las conciencias culpables. Se transformaba a los indios en bestias de carga, porque resistían un peso mayor que el que soportaba el débil lomo de la llama, y de paso se comprobaba que, en efecto, los indios eran bestias de carga. Un virrey de México consideraba que no había mejor remedio que el trabajo en las minas para curar la “maldad natural” de los indígenas. Juan Ginés de Sepúlveda, el humanista, sostenía que los indios merecían el trato que recibían porque sus pecados e idolatrías constituían una ofensa contra Dios.

La irrupción del europeo en América obstruye la evolución de los pueblos aborígenes, además de esclavizarlos, diezmarlos hasta la extinción y condenarlos a ignorar su propio itinerario a través de la historia y su visión de la comunidad humana y sus valores.
Según enseña la teoría de los juegos(3)aplicada a las ciencias sociales, las estrategias que solo se preocupan por obtener el máximo beneficio propio no son aquellas que a la larga darán el mayor beneficio a quienes las implementan. Si el tiempo del “juego” se cuenta en siglos y las opciones son las de la humanidad entera, devastar física y culturalmente poblaciones no es una estrategia que termine respetando la integridad de los pueblos que la utilizan. A través de estas teorías tenemos una elaboración científica y computable de lo que Montaigne ya desarrollaba en su ensayo sobre los caníbales(4).

Volviendo a los caníbales, diré que los prisioneros, muy lejos de rendirse por las amenazas que se les hacen, durante los dos o tres meses que permanecen en tierra enemiga están alegres, y urgen a sus amos a darles la muerte, desafiándolos, injuriándolos, y echándoles en cara la cobardía y el número de batallas que perdieron contra los suyos. Guardo una canción compuesta por uno de ellos, en la que se leen estos versos:”Que vengan resueltamente todos cuanto antes, que se reúnan para comer mi carne, y comerán al mismo tiempo la de sus padres y la de sus abuelos, que antaño sirvieron de alimento a mi cuerpo; estos músculos, estas carnes y estas venas son vuestros, pobres locos; no reconocéis que la sustancia de los miembros vuestros antepasados reside todavía en mi cuerpo; saboreadlos bien y encontraréis el gusto de vuestra propia carne.” He aquí una invención que nada tiene de barbarie.

No es mi idea presentar los hechos con un maniqueísmo que apela a la lucha que confronta puros buenos contra absolutos malos. Mi concepción pasa más por la infinita gama de matices que construyen la realidad.
Es simple mantenerse alejado de las políticas que se construyen cuando hay un océano de por medio, donde el que muere es un simple animal que camina en dos patas. Pero ahora es el planeta el que se envenena con dióxido de carbono donde antes el envenenado era un aborigen en las profundidades de las minas del Potosí.

La neumoconiosis había sido la primera enfermedad profesional de América; en la actualidad cuando los mineros bolivianos cumplen treinta y cinco años de edad, ya sus pulmones se niegan a seguir trabajando: el implacable polvo de sílice impregna la piel del minero, le raja la cara y las manos, le aniquila los sentidos del olfato y el sabor, y le conquista los pulmones, los endurece y los mata(5).

Si seguimos con esta idea liberal individualista, según la cual lo debido es perseguir intereses propios, seguramente las cosas seguirán empeorando. Durante el período colonialista tanto en África como en América las potencias europeas condenaron bajo su yugo a pueblos y naciones, no solo eso; sino que además explotaron y saquearon sus recursos naturales al punto del agotamiento. ¿Me pregunto cuanta plata queda en el Potosí? ¿Cuánto estaño barato ha financiado las contiendas norteamericanas del siglo veinte, a costa de indios envenenados? En la actualidad la dominación, no es a la manera del viejo imperialismo del siglo XIX, sino que es a la manera del neoliberalismo. Modelo impuesto a ultranza en todo el planeta a mediados de los años setenta. Puede que sea un poco más sutil el modus operandi, puede que el sometimiento ya no sea a punta de rifle; pero la explotación y el saqueo es peor. Gracias a estados cipayos y clases dominantes que no juegan el rol de ser generadoras de un cambio como naciones independientes, la cosa empeora. Ya no es la quinta flota la que obliga a que bajemos tal o cual arancel a un producto foráneo; ahora existen organismos internacionales que hacen las veces de ejércitos de burócratas que imponen los lineamientos de las potencias mundiales a los llamados con eufemismo “países en vía de desarrollo”.
Cinco siglos después del primer viaje realizado hacia estás latitudes, la cosa lejos de mejorar empeora. Ahora los flagelos quizás parezcan otros. Hablo de calentamiento global, contaminación, desertificación, monocultivos, sequías, latifundios, cierre de fábricas, desempleo y hambre. Pero en definitiva son las mismas cadenas las que ahorcan la esperanza de libertad nuestros pueblos.
Así ha sido hasta ahora, pero el fin de estos tiempos lo produce la misma voracidad humana. La noticia todos los días es que el mundo no solo está globalizado en su economía y en sus relaciones geopolíticas sino, y mucho más profundamente en su atmósfera, en su aguas y en su cambio climático. Tan poderoso ha resultado el poderoso que ya no dependen algunos continentes de otro, ahora el mundo entero depende del producto de sus chimeneas y de sus residuos. Vivimos en una aldea global y el daño que le infringimos a nuestro hogar también va a ser global. Ya la basura del patio trasero se acumula en la puerta de entrada. ¿Hay alguien más ciego que el que no quiere ver? La respuesta es si, el cretino y suicida. Es como querer tapar el sol con la mano. Ya no se trata de no contaminar en una región se trata de conservarla toda para las futuras generaciones. Conservar para ellas el planeta mismo. El cretino no piensa ni en sus propios hijos. Aunque siempre le quedará soñarse pasajero VIP en la próxima colonización del universo. La mariposa que aleteaba en el sufrir del esclavo de las minas se ha de transformar en el devastador huracán que se acerca a las costas de nuestro futuro. Aclaremos: que esto no se use para justificar que la producción que se modere sea la de los países que siempre estuvieron bajo la suela de la bota de los demás. Esta sería una justificación más para en el bochorno de tanta razón aducida para el exterminio.

Citas:
Los números de las citas se encuentran entre parentesis "()".
1)QUINN, Daniel. Ismael. Artime ediciones, Nueva York, 1992.
2)GALEANO, Eduardo. Las venas abiertas de América Latina. Editorial Catálogos. Buenos Aires, 2007.
3)A partir de los trabajos de John von Neumann, Oskar Morgenstern y John Forbes Nash.
4)DE MONTAIGNE, Michel. Ensayos, Libro I, Capítulo XXX, De los caníbales.
5)GALEANO, Eduardo. Op Cit.

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